De historias y cuentos está el mundo lleno. Uno de ellos, no muy conocido, narra el momento en que Dios creó a los papás. Me van a permitir contárselo.
Dice la leyenda que cuando Dios creó a los padres, comenzó con una talla grande, grandota. Un ángel se le acercó y le dijo:
–“Qué clase de padre es ese? Si a los niños los estás haciendo tan cercanos al suelo, por qué pones al padre tan arriba? Un papá así no podrá jugar a las canicas sin arrodillarse, arropar a un niño en cama sin torcerse la espalda, o besar a un niño sin antes encorvarse.”
–“Sí –dijo Dios, esbozando una sonrisa—pero si lo hago del tamaño de un niño, ¿como quién tendrían que crecer los niños, cuál sería su modelo?”.
Más adelante, cuando Dios hizo las manos del padre, las manos eran grandes, grandotas. El ángel de inmediato agitó su cabeza y dijo:
–“Las manos grandes no pueden sujetar un pañal, ni abrochar botones pequeños, ni mucho menos poner una curita o sacar una astillita causada por un bate de béisbol.”
De nuevo Dios sonrió y dijo:
–“Lo sé, lo sé, pero son lo suficientemente grandes como para sostener todo lo que un muchacho pequeño saca de sus bolsillos, y sin embargo lo suficientemente pequeñas para acariciar la carita de un niño con una sola de ellas.”
Continuando su faena, Dios modeló piernas largas y delgadas y hombros anchos.
–“Te has dado cuenta –dijo el ángel, susurrando—que has hecho un padre sin regazo?”.
Dios dijo entonces:
–“Una madre requiere un regazo. Un padre necesita hombros fuertes para tirar de una carretilla, balancear a un muchacho en una bicicleta, o sostener la cabeza soñolienta de un pequeño como un gran malabarista.”
Y estando ya a la mitad de su trabajo, quedaron expuestos los pies más grandes nunca antes vistos. El ángel no pudo contenerse más:
–“Esto no es confiable. ¿Honestamente crees que esos pies van a llegar rápidamente a la cama del bebé cuando llore en las madrugadas, o moverse ágilmente a través de una fiesta de cumpleaños sin pisotear a todos los chiquitines?
Y Dios le dijo:
–“Funcionarán bien. Ya lo verás, Las he dotado de un buen soporte. Tendrán la fuerza necesaria para pedalear con un niño pequeño todo un largo paseo en bicicleta por la montaña, o asustar a los ratones en una cabaña de verano, y lo más importante, mostrarán al pequeño el desafío de llenar esos zapatos.”
En ese momento, Dios decidió seguir trabajando toda la noche, sin descanso y sin nuevas interrupciones. Procedió a darle al papá pocas palabras, pero una voz firme para mostrar autoridad; ojos que lo ven todo, pero con calma y tolerancia. Lo dotó también de una gran sabiduría para educar a sus hijos y tomar las decisiones correctas.
Finalmente, para coronar su obra, agregó lágrimas.
Entonces regresó donde el ángel y le dijo:
–«¿Y ahora, estás satisfecho? ¡Puede amar intensamente como lo hace una madre!»
El ángel no dijo más.
Bendiciones y paz.
Este cuento aparece publicado en la página 185 de mi libro “La Mariposa Azul y los Regalos de Dios – Historias y cuentos para sanar tu corazón”. Disponible en Librería Cuesta.
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