La señora “honradez”, caracterizada por hacer el bien. Sus padres cultivaron en ella un corazón transparente, a actuar con justicia y adherida a la verdad, históricamente desde los inicios de la civilización, ha enfrentado la malicia y deslealtad de la señora “corrupción”, y su prima la impunidad.
La “Corrupción” es el abuso del poder público para beneficio personal; mientras que la “Honradez” es, la rectitud de ánimo y la integridad en el obrar.
Quien es honrado se muestra en su manera de pensar como una persona recta, justa e íntegra.
Estamos librando una batalla campal en terreno montañoso, y si queremos derrotar a la señora corrupción y sus aliados, se necesita del apoyo inexorable de ciudadanos honestos que ame, y les duela el rumbo que lleva país. Se percibe en los últimos años una desafección colectiva. Cierta depresión social, pues la corrupción ha ganado mucho espacio, ha invadido los poderes del Estado, unos más que otros. Incluso ha creado patrono de conducta negativo, como la desconfianza, el pesimismo y el individualismo. Nadie se fía de nadie, pues algunos se visten de ovejo, pero por dentro son lobos rapaces que devoran a su propia especie sin compasión.
La actividad de la política vive hoy bajo la lupa de sospecha permanente. Desde que alguien ocupa un puesto público, bien sea por elección o nombramiento, está de inmediato bajo sospecha. El ciudadano común se pregunta: ¿Será el nuevo incumbente honesto? ¿Se enriquecerá como el anterior? Son legítimas preguntas que nos hacemos. La patria somos todos. Los pueblos para alcanzar los niveles de desarrollo que garanticen estabilidad económica y social, deben evitar que el corrupto se adueñe del dinero del pueblo.
Los políticos están llamados a ser honrados y no pisotear la dignidad de la persona humana. Una lectura adecuada a los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia, haría muchísimo bien a nuestros servidores públicos. Son cinco principios: el principio del bien común, el destino universal de los bienes, el principio de subsidiaridad, la participación, el principio de solidaridad, y finalmente los valores sociales que favorece a un auténtico desarrollo, los cuales son: la verdad, la libertad, la justicia, y el amor.
En una ocasión, el papa Francisco dijo que “la corrupción es la gangrena de un pueblo”. Es un cáncer que va debilitando la estructura de la sociedad, hasta empobrecer a sus habitantes. La corrupción en sí misma es un camino de muerte lenta. Y añadió el Santo Padre: “hay pocas cosas más difíciles que abrir una brecha en un corazón corrupto”. Indicó que esta persona vive del oportunismo e incluso llega a interiorizar una máscara de hombre honesto. El corrupto no puede aceptar críticas, descalifica a quien la hace, busca a toda costa de disminuir cualquier autoridad moral que pueda cuestionar sus viles acciones deshonestas.
Poner en práctica la virtud de la honradez, es la única garantía para lograr que el pueblo dominicano tenga educación de calidad, salario justo, medicina para curar sus enfermedades, vivienda digna, y transporte moderno. No perdamos la esperanza en medio de las densas nubes negras.
Muchas veces por ignorancia nos equivocamos, y por equivocaciones aprendemos de los errores del pasado. Denunciemos con valentía y expulsemos con la vara de la justicia a los corruptos de las instancias de servicios públicos. No se merecen nuestro voto confiado depositado cada cuatro años.
El pueblo honrado y paciente, quiere que se haga justicia ante la grosera corrupción, pues es precisamente en la justicia donde se encuentra representada todas las virtudes.
Deja un comentario