La semana pasada, el Papa Francisco en su acostumbrada misa celebrada en la capilla Santa Marta, a propósito de lo propuesto por el Evangelio según San Lucas, donde narra la parábola del administrador astuto que despilfarra dinero ajeno (16, 1-8).
Cuando el patrón descubre su deshonestidad, lo despide, y en vez de buscar un empleo, se le ocurre, asociarse con los deudores, invitándoles a ser sus cómplices y estos ceden.
Llama a cada deudor, y le pide que pague una cantidad menos, así cuando salga del empleo, estos le brinden su ayuda. Justifica su acción grave, diciéndose así mismo que no tiene fuerza para continuar trabajando, y ponerse a pedir le daba vergüenza.
Con su comportamiento astuto, crea un “verdadero grupo de corrupción”. El corrupto poco a poco va contaminando con su veneno a todo aquel que necesite para su beneficio personal.
Para lucrarse del Estado, el sujeto corruptor necesita instituciones estatales débiles, de suerte que su pérfida acción, en principio pase desapercibo, o sea difícil de probar cuando una entidad supervisora le requiera para rendir cuenta de su dudosa administración.
José ingenieros nos viene a decir a propósito: “Nadie piensa, donde todos se lucran, nadie sueña, donde todos tragan”. Tristemente, no hemos tenido la suerte de otros países que han visto avanzar sus instituciones creadas para servir sus ciudadanos.
¿Qué les debemos a los gobiernos de Balaguer, Hipólito, Leonel y de Danilo? Si antes se hablaba de corrupción, hoy se habla de híper corrupción. Parece que el servidor público anida un deseo insaciable e indetenible de hacerse rico a costa de los bienes públicos. Los datos estadísticos nos dicen que en el Estado hay corrupción y despilfarro del dinero que produce el pueblo dominicano.
El informe de Oxfam Internacional, -que algunos incumbentes del gobierno la estiman exagerada-, arroja, la fría cifra de más de 90 mil millones de pesos en corrupción, clientelismo y dispendio. Hay un contradictorio crecimiento económico, debido al déficit fiscal por el endeudamiento que crece a un ritmo de 12 millones de dólares por día, equivalentes a 571 millones de pesos.
Pregonar por los medios de comunicación que en los últimos 30 años hemos tenido crecimiento económico sostenible, puede provocar risa o lamento, pues los índices de pobreza y desigualdad social afectan a una amplia mayoría de la población. De cara al Presupuesto Nacional para el año de 2018, sería saludable observar lo que nos ha dicho la Oxfam Internacional, “si el vaso no está limpio, lo que en él derrame se corromperá” (Horacio). Hay una propuesta de parte de algunos legisladores de reducir las Instituciones del Estado, por varias razones.
Una, la duplicidad de funciones, hay coincidencias de naturaleza y objetivos. La confusión sobre quién le compete tramitar solicitudes se suscitan a diario. Otra, algunas perdieron el objetico por la que fueron creadas, y por último, el nivel de retorno no ha sido proporcional para el desarrollo de la sociedad dominicana. Ayer la empleomanía estatal rondaba los 300 mil, hoy esta por encima de los 600 mil.
Y como una ñapa, la República Dominicana ocupa el tercer lugar en la región en la escala de justificación de la evasión de impuestos, y el segundo que menos recauda, 13.1% del PIB en 2016.
El desarrollo de un pueblo no se alcanza sin simplificar la burocracia estatal, sin reducir la escalofriante deuda pública. El costo de los combustibles, por las nubes, la tarifa eléctrica en alza, los productos de primera necesidad inalcanzable para las familias de escasos recursos económicos. No seamos ingenuos, y reclamemos justicia, transparencia, y eficiencia en los servidores públicos nombrados y electos. Acojamos las palabras del papa Francisco, cuando ha dicho:”hay que orar por quienes eligen la cárcel de la corrupción”.
Por Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla, Juez del Tribunal Eclesiástico
Deja un comentario