Con los constantes aguaceros que han humedecido los suelos de la República Dominicana, sobre todo en la región del Cibao, un territorio fructífero y agrícola, que destaca de otras regiones del país, me resuena en la cabeza un tintineo agudo que proviene de la producción literaria de un genio dominicano, quizá el más grande y completo de los escritores que ha parido nuestro terruño.
Esa creación literaria consiste en el cuento del escritor, más que del político y profesor, “Dos pesos de agua” de Juan Bosch. Su extensa obra, consolida cada vez más la visión que tuvo Bosch al dejar plasmada en la mayoría de sus obras la idiosincrasia del pueblo dominicano.
Si se lee detenidamente “Dos pesos de agua”, nos daremos cuenta que la vieja Remigia, el personaje principal, era una de las pocas mujeres de la desolada localidad de Paso Hondo que no se quejaba de la sequía. Resistía, gracias a su fe.
Mientras los pocos habitantes de Paso Hondo, todos a unísona voz se lamentaban por los efectos de la sequía, incluso, abandonaron los contornos y las lomas cercanas, marchándose a otros lugares donde la comida y el agua no faltaran, Remigia no se doblegaba, y siempre cuidando de su nieto.
Un día, un domingo en la madrugada, sacaron un rosario pidiendo a la Virgen que lloviera y se terminara la sequía, y Remigia, en ocasiones, le daba monedas de cobre a todos los que pasaban por el frente de su casa para que les prendieran velas a las Ánimas del Purgatorio. ¡Pero, todo aquello era en vano! La Virgen no escuchaba a nadie y las Ánimas, en ese momento, todavía no habían atendido la súplica de Remigia. Pasaron los meses y nada que llovía. No obstante, la vieja con el nieto al hombro se mantuvo firme.
Hasta que un día, “en su rincón del Purgatorio, las Ánimas, metidas de cintura abajo entre las llamas voraces, repasaban cuenta…”. Una de ellas, barbuda, dijo: -¡Caramba! ¡La vieja Remigia, de Paso Hondo, ha quemado ya dos pesos de velas pidiendo agua! Las compañeras saltaron vociferando: -¡Dos pesos, dos pesos!…”. “-¡Hay que mandar agua a Paso Hondo! ¡Dos pesos de agua!…”.
Dice Juan Bosch en su cuento, que las Ánimas “estaban impresionadas, casi fuera de sí, porque nunca llegó una entrega de agua a tal cantidad; ni siquiera a la mitad, ni aún a la tercera parte. Servían una noche de lluvia por dos centavos de velas, y cierta vez enviaron un diluvio entero por veinte centavos…”. “Y todas las Ánimas del Purgatorio se escandalizaban pensando en el agua que había que derramar por tanto dinero…”. Y así, se nubló el cielo, luego, vino la llovizna, y después el diluvio por días. ¡Pobre Remigia! Ella tan esperanzada porque lloviera, para luego horrorizarse y espantarse por tanta agua.
Y, esa, precisamente, es la actual situación en la que se encuentran muchos pueblos del Cibao, peor o igual que Paso Hondo. Es una costumbre en la República Dominicana, el que las personas se quejen por la sequía o de una seca, que al igual que en Paso Hondo, puede ser transitoria. Sin embargo, ahora, en estos tiempos, las lluvias no cesan. ¡Ya las Ánimas nos han enviado medio peso de agua! “¡Ya va medio peso!”. ¡Y lo que falta!…
Puede que, como producto de tanta agua caída del cielo y que ha desbordado ríos, arroyos, que ha acabado con las plantaciones y con vidas humanas, los dominicanos aclamen a la Virgen Santísima como lo hizo doña Remigia, al verse con el agua en la cintura y su nieto “pegado al pecho”, viendo su bohío derrumbado y sus plantaciones inundadas, pero, como bien dice Bosch, este no era negocio de la Virgen, mucho menos de Dios, sino de la Ánimas del Purgatorio.
Pese a todo, recordemos que cuando Remigia luchaba con el agua que le impedía caminar, desorientada, sin poder ver bien lo que le rodeaba, con los relámpagos tenebrosos y el viento que resoplaba, “tropezó y tornó a pararse”. “-En cuanto esto pase siembro batata”-, decía la vieja.
En este mismo estado se encuentra el pueblo dominicano, invocando a la Virgen Santísima, realizando maratones de solidaridad y recaudando fondos para las víctimas de las inundaciones y los desplazados, ignorando a carta cabal, que este problema no le concierne a la Virgen, sino a las Ánimas que gritan enloquecidas: “ -¡Todavía falta; todavía falta! ¡Son dos pesos, dos pesos de agua! ¡Son dos pesos de agua!”.
A todos los dominicanos, en especial a la juventud dominicana y caribeña, solo nos queda recomendarles que lean a Juan Bosch para que entiendan de qué se trata todo esto. Que lean todos sus cuentos y sus obras. Por lo pronto, “en cuanto esto pase siembro batata”. ¡Qué las Ánimas tengan piedad de la vieja Remigia!, que se quedó enredada por los cabellos “en un tronco espinoso”.
*El autor es periodista y abogado
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