Señor, Dios nuestro, tú nos ha prometido, renovarnos en la fe desde la noche del 24 de diciembre. Hoy todo es luz y esplendor. Aquí estoy a tus pies contemplando la imagen viva del pesebre.
No elegiste nacer en un Palacio de lujo, con alfombras doradas, rodeado de soldados, sino en la cueva rústica de Belén. En aquel momento las rocas fueron tu cielo, y la tierra tu suelo. Sostenidas por maderas desvencijadas. Te carga en sus brazos, tu madre María, siempre sencilla y servicial.
El semblante de José refleja una alegría incalculable. Como hombre justo, fiel y discreto estuviste con María de Nazaret, día y noche sin apartarte de ella. Como hombre obediente a la llamada de Dios, nunca te separaste del niño Jesús. Sin entenderlo, acompañaste a María cuando hubo que huir a Egipto, evitando con ello que Herodes acabara con la vida inocente del niño Jesús. Encarnaste una paternidad responsable. Esposo atento y diligente. Es loable tú actitud cuando la incertidumbre se apoderó de tu mente, y pusiste en duda la fidelidad de María. Pero nunca se te ocurrió maltratar a tu prometida, sino que decides distanciarte y repudiarla en secreto. Porque es propio del hombre que alcanzado madurez y grados de santidad, no hacer daño ni físico ni emocional aquello que ama.
¡Oh Dios, Príncipe de la paz! Mira, Señor, el rostro de tu pueblo necesitado. Ilumina a los que nos gobiernan para que cese la rampante corrupción que ya emana pus. Los pueblos no avanzan al desarrollo pleno, si el dinero de los contribuyentes, es robado con descaro y amparados por la impunidad. Hace falta que la justicia ejerza su señorío.
Todos sabemos que la ambición desmedida de perpetuarse en el poder, de hacerse de dinero de cualquier modo, no tiene medidas, ni freno, ni reglas. Cuando un corazón se ha llenado de soberbia y arrogancia, no quiere admitir cuestionamientos.
Luz verdadera, no permitas que la vida sea aniquilada en el vientre de una madre, bajo el pretexto del falso derecho de libertades femeninas. La vida es un don de Dios, y la individualidad de una persona se inicia precisamente en la fecundación. Respetemos la vida desde su concepción.
La costumbre tiende anestesiar los sentidos. Sobreviniendo una inversión de los valores. No podemos ver como algo natural el control excesivo de la natalidad, la mentalidad divorcista, el robo y los asaltos por las calles. Mucho menos, el peligro de legalizar las drogas.
Virgen María, madre del Emmanuel. Ven, cobíjanos con tu manto materno. Intercede ante tu Hijo, para que rescatemos la belleza de la familia.
Que el tiempo de la Navidad nos ayude a recobrar el carácter luminoso de la fe. Que la esperanza disipe las tinieblas de los que niegan la verdad que ya a acampado entre nosotros. Que el amor nos mueva a hacer el bien sin mirar a quien. Les deseo a todos mis amables lectores, una Santa Navidad alegre, un Año Nuevo cargado de sueños, metas y propósitos en procura de una vida que dé testimonio del niño Jesús nacido para nuestra salvación.
Por Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla
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