SANTO DOMINGO. «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado», se preguntó un Jesucristo clavado en la cruz. Para el sacerdote Robert Brisman este «por qué» sin respuesta sintetiza todas las preguntas que nadie contestará, como que abunden tantos «niños y niñas huérfanos y que son abusados» y la angustia de no poder alimentar y educar a los hijos.
Al pronunciar la cuarta de las Siete Palabras del Sermón del Viernes Santo, en la Catedral de Santo Domingo, Brisman condenó la «vulgaridad, grosería e indecencia» de la música y de programas radiales y televisivos que promueven -a su juicio- la drogadicción, la violencia machista, el narcotráfico, la delincuencia y la sexualidad como instrumento de placer sin amor.
El sacerdote, vicario de la parroquia Juan XXIII de Arrollo Hondo, consideró que las autoridades «no han sabido ni querido actuar» contra los males que aquejan a la sociedad porque «se dejan chantajear» o porque piensan en el «costo político que puede acarrearle determinada acción y que conlleva a profundizar el desorden en que vivimos».
El padre Brisman atribuyó el aumento de la violencia a que «muchos de nosotros sucumbimos a las tentaciones a las que Jesús resistió en el desierto», como el afán de riqueza, prestigio y poder.
Durante el Sermón, el sacerdote Miguel Ángel Amarante acusó a los políticos de prestar atención a los campesinos sólo en las campañas electores y de olvidarlos tras obtener el cargo público. Al pronunciar la segunda palabra del Sermón, el sacerdote cuestionó el interés de lucro del sector salud.
Amarante, arcipreste de la zona pastoral de Herrera, llamó además a la conversión de los medios de comunicación porque a su juicio «se venden al mayor postor» y algunos son sensacionalistas «sin importarles» la ética.
El padre Brisman llamó a luchar para que los jóvenes tengan mayores oportunidades de capacitación y trabajo y contra el despilfarro, el derroche, «la adoración del dios dinero» y el lujo porque «es necesario un cambio social, político, económico, que alivie la desesperación de tantos dominicanos y dominicanas, de tantos pobres».
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