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El 24 de marzo de 1980, murió asesinado en San Salvador, en el ejercicio de su ministerio pastoral, Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, conocido como Monseñor Romero. Se volvió célebre por su predicación en defensa de los derechos humanos. Otro hombre digno de admiración, porque predicó con el ejemplo y murió en defensa de los más débiles.
He aquí algunas de sus frases más célebres:
•La religión no consiste en mucho rezar. La religión consiste en esa garantía de tener a mi Dios cerca de mí porque le hago el bien a mis hermanos.
•Vivimos una hora de lucha entre la verdad y la mentira; entre la sinceridad, que ya casi nadie la cree, y la hipocresía y la intriga.
•Que no se queden tantos crímenes y atropellos impunes y que, aunque sean vestidos de militar, tienen obligación de rendir cuentas ante la justicia de lo que han hecho y sancionar debidamente si se trata de crímenes vulgares (Homilía 18 de febrero de 1979, VI p. 150).
•Es triste tener que dejar la patria porque en la patria no hay un orden justo donde puedan encontrar trabajo (Homilía 3 de septiembre de 1978, V p. 170).
•No hay que mirar las profesiones únicamente como medios para ganar dinero e instalarse política o socialmente. Hay que buscar, como están haciendo ahora los jóvenes, el servicio a la humanidad, el mejor rendimiento de mi vida no para ganar, sino para servir (Homilía 24 de septiembre de 1978, V p. 203).
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Santiago pestilente
La experiencia más hedionda y desagradable para el olfato y la vista, se la lleva quien se pasee por las calles de la ciudad de Santiago, que se encuentra en total abandono con los desechos sólidos.
La Ciudad Corazón está perdida con montañas de basura por doquier. El hedor, es otro componente que también está denigrándola. ¡Santiago no es lo que era, y si no lo creen, pregúntenle a Negro Veras!
Santiago se ha cualquierizado, ¡y para colmo!, los desperdicios en las calles siguen ganando terreno. Como casi no se está recogiendo la basura, los ciudadanos la sacan al frente de su casa de cualquier manera, ya sea echándola en zafacones o apilándola, siendo esta última la más frecuente.
Y por lo que se percibe, el ayuntamiento no está haciendo nada al respecto. Santiago es desechos, y, da vergüenza caminar por sus calles. No le veo la gracia al famoso Santiago del que me hablaban cuando era un niño. ¡A qué turista le interesaría caminar o recorrer una ciudad repleta de desechos!
La basura venció a Serulle, puede que éste se encuentre inmerso en otros proyectos ambiciosos, pero la gente lo está juzgando por la basura, y, al parecer, Serulle aún no lo entiende o no lo quiere entender. Mientras esta situación se siga dando, el alcalde de la ciudad de Santiago seguirá perdiendo adeptos y saldrá muy mal parado de su administración.
Todavía usted está a tiempo señor alcalde, de reparar sus errores. Embellezca y dé mantenimiento a su ciudad. ¡Manos a la obra con este problema! Usted ha defraudado la confianza de los santiagueros.
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