Por mucho tiempo pensé que bastaba con tener un sueño o una meta y que si estaba para mí las cosas se darían prácticamente solas. (Gran error)
Con el paso de los días, al ver cómo la meta se marchitaba o tardaba en florecer aprendí que si no le daba un poco de mí cada día no pasaría de un deseo.
Que más que motivación necesitaba constancia. Esa actitud que nos lleva a realizar lo necesario para ver materializado el propósito, independientemente de las dificultades y falta de motivación personal.
Cuando reflexioné al respecto fue que comencé a ser disciplinada y a no darle fuerza a la pereza, que los resultados esperados se comenzaron a concretar.
A lo mejor estás viviendo lo que yo un día y no sabes cómo poner en práctica el valor de la constancia por lo que hoy quiero compartirte lo que me ayudó a mí a desarrollarla.
Recordarme frecuentemente el Para Qué de mi meta.
Plantearme pequeños objetivos diarios. (Paso a paso se llega al objetivo)
Tener un ambiente facilitador. Rodearme de personas proactivas, motivadoras. (Un recreo a los tóxicos, ladrones de energía, cae muy bien)
Asociar mis objetivos con mis hábitos. (Facilita el trabajo, optimiza la energía)
Ponerle corazón y disciplina. (Esto te llevará donde la motivación no)
PD: No es por suerte es por tú entrega que alcanzas la meta. Nutre la tierra en donde plantas la semilla de tu destino.
No te dejes para después. Amor es la respuesta ❤
Ana Carina Castillo
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