Una virtud que ayuda a soportar los defectos de mi hermano
Cada 29 de junio la Iglesia celebra la Solemnidad de San Pedro y San Pablo. El primero un insigne intérprete, el otro segundo la extendió. La carta de San Pablo a la comunidad de Colosa (Colosenses), específicamente en el verso 13 del capítulo 3, presenta una serie de cualidades o virtudes que deben caracterizar las relaciones personales entre los cristianos. El texto muestra que cristiano significa romper definitivamente con la antigua manera de vivir y de tomar la firme de determinación de dejar que la vida nueva en Cristo gobierno todo nuestro ser. Tanto nuestros pensamientos como los dichos y los hechos.
Las actitudes, acciones y valores antiguos deben desaparecer, para dar lugar a nuevas actitudes, nuevas acciones y nuevos valores que constituirán el nuevo estilo de vida de aquellos que han tomado la firme decisión de seguir a Jesucristo.
Tolerar, significa, soportar a mi hermano que camina conmigo en la comunidad cristiana. Esta actitud incluye la idea de sufrir o aguantar las debilidades y, en muchos casos, los agravios y afrentas de otros creyentes.
La tolerancia, es una virtud que se aprende cuando decimos compartir con los demás. En una comunidad cristiana debemos correr el riesgo de conocernos. Conocer y ser conocidos, amar y ser amados.
No se trata de celebrar el pecado ajeno o el propio. Como queriendo decir: “tolera mi pecado, que yo tolero el tuyo”. Otra expresión puede ser: “tolera mi defecto, que yo también, tolero el tuyo”. El pecado perjudica al que le comete, y siempre desfigura el rostro de la comunidad. Se trata más bien de tolerar la idiosincrasia y rasgos de la personalidad de los demás. Mientras más conocemos a una persona, mas rasgos, conductas e idiosincrasia de él tengo que soportar y sufrir.
“Los unos a los otros”, hace referencia a una relación de creyentes, entre quienes se supone practican las mismas virtudes, en este caso, virtudes cristianas, por lo que cualquier exabrupto o falta de caridad, hemos de decirle: “aquí no hermano, esas acciones pecaminosas, negativas y pesimistas nos destruyen”.
Es inevitable, que aunque tratemos de practicar la virtud de la caridad, que brota de un corazón que ama, surjan conductas del “hombre viejo”, de ese tipo de actitud que hemos dejado atrás en la medida que hemos experimentado la conversión.
Entre los creyentes surgen ofensas y pecados que atrofian las relaciones humanas, estorba la salud espiritual, y es necesario restablecer las relaciones y seguir.
Dios siempre nos da una nueva oportunidad, démosla también nosotros. Ante la ofensa sufrida, la respuesta a estos problemas de fricciones y heridas entre los hermanos es siempre brindar el perdón. El perdón, mueve los obstáculos, quita las barreras. Perdonar, es restaurar las relaciones de hermandad en la comunidad de los creyentes. Te presento algunas preguntas que pueden ayudar a una oportuna reflexión profunda: Cuál es tu primera reacción cuando alguien te cae mal, ¿comprender o murmurar?, ¿Pasas por alto el mal momento, o al contrario, te llenas de prejuicios, y te preparas para llevarle la contraria en cada escenario?, Si de suyo, tu hermano te ofende, faltando a la caridad, ¿serías capaz de perdonarlo?, ¿Te consideras una persona afable, acogedora, comprensiva…? Si dos hermanos están en un conflicto grave. ¿Rezas y ayudas?, O lo contrario: Le echa más leña al fuego, pues eso te entretiene.
El autor es, Juez del Tribunal Eclesiástico
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