El 13 de mayo de 1992, el papa San Juan Pablo II, instituyó el 11 de febrero, la Jornada Mundial del Enfermo. No significa que sólo ese día, o en cualquier momento del mes de febrero, realicemos una única visita a los que guardan el obligado reposo, por una enfermedad transitoria o degenerativa. La visita de amigos y familiares ha de hacerse varias veces al año, no por obligación, sino por el afecto y agradecimiento que le tenemos a esa persona que ha caminado con nosotros en el devenir del tiempo.
El sacerdote está en el deber de organizar la visita oportuna para administrar el sacramento de la penitencia y del santo óleo de los enfermos, siempre y cuando lo pida el mismo enfermo o algún miembro de la familia. El aceite sagrado que le impone en forma de cruz al enfermo, tiene triple efecto, borra los pecados, fortalece la fe, y puede curar si está en el plan de Dios.
El ciclo de la vida se cumple en todos, la ley de la vida es implacable. El hombre es un ser mortal, no es eterno. Cuando el cuerpo va enfermando, y los síntomas de vida van disminuyendo. La lucha por la subsistencia humana es legítima, pero llega un momento que la ciencia médica alcanzó el límite, y solo Dios podrá hacer el milagro de prolongar la existencia del moribundo.
Ahora bien, si hemos abrazado la vida con marcada devoción, estamos llamados, los que somos de fe, a abrazar la muerte, como la noche al día. En esa circunstancia resulta contradictorio aferrarse a la vida.
Cada año el santo padre Francisco, nos envía un mensaje en ocasión de esta fecha significativa para la comunidad católica, el título reza así: “Gratis han recibido; den gratis” (Mt 10,8). Estas son las palabras pronunciadas por Jesús cuando envió a los apóstoles a difundir el Evangelio, para que su Reino se propagase a través de gestos de amor gratuito. La visita a un pariente o amigo que yace en la cama, es una muestra de cariño y afecto. Jamás ha de realizarse, por vanidad, es decir, para que digan que somos solidarios.
El Romano Pontífice, recuerda el gesto gratuito de donación del Buen Samaritano, el cual es la vía más creíble para la evangelización. Distingue el papa, el hecho de donar y regalar, la primera se define como un darse a sí mismo, supone el deseo de establecer un vínculo; mientras que la segunda, consiste en la transferencia de una propiedad o de un objeto.
Bajo la premisa de que al nacer, cada hombre es pobre, necesitado e indigente, requiriendo el cuidado de nuestros padres, por consiguiente nunca podremos liberarnos completamente de la necesidad y de la ayuda de los demás. Esta verdad irrefutable nos invita a permanecer humildes y a practicar con decisión la solidaridad, en cuanto virtud indispensable de la existencia.
Solo cuando el hombre se concibe a sí mismo, no como un mundo aparte, sino como alguien que, por naturaleza, esta ligada a todos los demás, a lo que originalmente siente como hermano, es posible una praxis social solidaria orientada al bien común.
Para nadie es un secreto cuantos enfermos en la República Dominicana, no cuentan con un Plan Médico, ni una enfermera que les cuide debidamente, ni con medicamentos para curar o detener el avance de su enfermedad.
El autor es, Juez del Tribunal Eclesiástico.
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