Cada 12 de octubre, celebramos el día del “Descubrimiento de América”, acaecido en el año de 1492. En otros países han preferido llamarle “Día del Encuentro de dos Culturas o de dos Mundos”, “Día de la Raza”. En la República Dominicana, se le ha llamado el “Día de la Identidad y Diversidad Cultural, o el Encuentro de dos Culturas”. Cada país tiene libertad de definir la llegada de Cristóbal Colón y los colonizadores, como entienda, pero no hay dudas que fue el encuentro de dos razas, de dos pueblos, siendo irrelevante quien tuvo la iniciativa de salir al encuentro del otro. En este caso, España, quiso explorar la posibilidad de nuevas tierras. Y la encontraron. La historia no miente, y por el modo de tratarnos a nosotros, se ha de concluir que no vinieron a tomar café, a compartir y conocer nuestra cultura, sino que nos trataron como esclavos, saquearon el país, y nuestra raza original fue extinguida, dando paso a nueva raza: la mezcla de indígenas con los colonizadores españoles.
Tradicionalmente se ha dividido la especie humana en tres grandes razas: la blanca o la caucásica, la amarilla o mongoloide y la negra o negroide. Dios desde su sabiduría creó al ser humano con características físicas propias: color de la piel, ángulo facial, altura, cabello, etc. Todo lo creado está perfecto, Dios no se equivocó, por lo tanto, el aspecto físico de cada persona hablan de la bondad y creatividad del Creador.
Al transcurrir los años cada país, sin proponérselo, se fue dando el surgir de una nueva raza, como consecuencia del mestizaje de blancos, negros, trigueños, etc. Ese conjunto de personas que pertenecen a una misma raza, también es denominado como etnia.
Cuando una raza se siente superior a otro, es una forma de discriminación, un sentimiento de rechazo hacia la raza distinta a la propia. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), proclamó, en el año de 1966, que el 21 de marzo, se celebrara el “Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial”.
En el caso concreto, en República Dominicana, no existe un sentimiento exacerbado del sentido racial, simplemente, nuestra relación con el vecino pueblo de Haití, han sido siempre cordiales y otra veces tensas.
Ser solidario con los haitianos, no se hace por vanidad, sino por humanismo, aunque dentro y fuera del solar, algunos no lo reconozcan. La resistencia del pueblo dominicano cuando el control migratorio se ha prestado a contubernio, no es racismo, sino que cuando nuestra identidad se ve amenazada, despierta el espíritu de la dominicanidad, el orgullo patrio, que afortunadamente nos han legado los Padres de la Patria.
Cada raza ha de luchar por preservar la fisonomía heredada, porque su cultura no muera en el tiempo, por la soberanía, tal y como esta concebida y definida en su Constitución. El extranjero que llega aportará su fuerza de trabajo, su talento, compartirá su riqueza cultural, sin pretender trastornar o imponer su idiosincrasia y su estilo de vida del nativo. La diversidad cultural en un pueblo no es pobreza, sino riqueza. ¡Que viva el Día de la Raza! ¡Viva la identidad Dominicana!
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