Muchos, en el mundo, están convencidos de que una de las vías más factible para alcanzar la felicidad, así como para suplir las más importantes necesidades, si se quiere, agotar en gran medida, la jerarquía de las necesidades humanas sugeridas por Abraham Maslow, con la denominada “pirámide de Maslow”, es buscando las soluciones individuales, antes que las colectivas.
En la mayoría de los países de Latinoamérica, y en otros nombrados “tercermundistas”, –en los que todavía las necesidades de seguridad y protección se encuentran muy por debajo de lo normal, en comparación con los países que son potencias por su economía, producción e invención, así como por sus avances tecnológicos e industriales– la idea más segura y posible, es la de que cada individuo busque la solución a su entorno o a su problema a como dé lugar, sin importar los medios o las vías a las cuales acudir para lograr determinados fines.
Es notable, que buscando una solución aislada, mas que colectiva, no hay un avance verdaderamente significativo para la sociedad, porque no se está pensando como un individuo que se debe a la sociedad, sino en un individuo que se debe a sí mismo.
Rafael Preciado Hernández, catedrático universitario, político y formador de varias generaciones de abogados, señala en ese aspecto, que “los individuos no poseen” el bien común “antes de su integración en el organismo social…”.
Indica que el bien común “es una especie del bien en general, un criterio racional de la conducta que se refiere en primer término a la sociedad como entidad relacional, como la unidad de un todo ordenado que responde” a lo que podría llamarse: “la dimensión social de la naturaleza humana”.
También se define “como el conjunto organizado de las condiciones sociales, gracias a las cuales la persona humana puede cumplir sus destino natural y espiritual”. (Le Fur, Delos, Radbruch, Carlyle, Los Fines del Derecho, Bien Común, Justicia, Seguridad).
La opinión de estos estudiosos sostiene que el bien común implica el respeto eficaz de los derechos y libertades fundamentales y que nunca busca suprimirlos.
Ya con una idea generalizada aunque “compleja” del bien común, entramos en el plano donde se describe “el bien común útil” que radica, en la “conservación y el perfeccionamiento de todos y cada uno de los individuos por medio de la sociedad”. Schwalm subdivide este bien en: el bien común que pertenece a los individuos asociados, y el otro, el bien de la colectividad.
Preciado Hernández (1908-1991) simplifica que el bien común útil, es como una semilla que desarrolla sus potencialidades hasta convertirse en un árbol que da flores y frutos. “Pero es claro que la semilla no puede convertirse en planta si no es sembrada en buena tierra y si no cuenta con el agua, con el sol, con el aire y con el espacio indispensable para su desarrollo”.
Lo mismo sucede con el hombre, si no cuenta con las condiciones que hacen que la semilla se vuelva un frondoso árbol, que vendría siendo el “ambiente social en que nace y crece el hombre”, entonces, no vivirá en una sociedad civilizada y culta, mas bien en un ambiente social primitivo. Y que según el medio en que viva o al que pertenezca el hombre, según esté bien o mal organizado, éste “facilitará o entorpecerá el desarrollo de la personalidad”.
“La sociedad viene a ser como un árbol de cuyos frutos necesita el hombre”; que es lo mismo decir: que la sociedad es absolutamente para el hombre, y que el hombre es relativamente para la sociedad.
El bien común útil tiene un carácter intermediario, precisamente, por los medios de que se vale para el desarrollo y perfeccionamiento de cada uno de los miembros de la sociedad, “el bien común de los individuos asociados y no aislados”.
Es decir, que “el bien o interés de la mayoría, importa sobre el bien o interés de la minoría”. Por tanto, el bien común útil del grupo, es el bien común de la colectividad, el “espíritu de equipo”, y he aquí un punto importante: ese espíritu que obliga a los individuos a obrar de acuerdo con lo que más conviene al grupo-colectividad, como parte de un todo.
Se ha dicho que “la sociedad es para el hombre” y que “el hombre es para la sociedad”, pero no menos cierto es, que el hombre está o debe estar ordenado a la sociedad, y ésta, tiene la función de ayudar o elevar al hombre y nunca de envilecerlo; pero el hombre debe trabajar y sacrificarse para que ésta germine y prospere como “el hombre para el árbol”.
Queda entendido, que la sociedad debe suplir la indigencia del hombre, organizando las condiciones necesarias para el progreso material, intelectual y moral de la multitud –el árbol para el hombre–.
Para que el bien común sea útil y pueda aprovechar a todos, se necesita de un esfuerzo colectivo, no individualista, así como de un “criterio” que permita “distribuir” racionalmente entre los hombres, las cargas y beneficios derivados del bien común. Aquí queda entredicha la justicia, como un criterio racional y principio rector del bien común.
Sin menosprecio al “bien personal” ni de los intereses y bienes de las personas, se concluye, que la sociedad, según el ángulo útil que se ha venido enfocando, es superior a sus miembros aislados; y que ésta, a su vez, es un canal que asegura el desarrollo de la personalidad, no de uno, sino de todos.
Las condiciones de perfección humana están diseñadas para ser repartidas sobre los miembros de la sociedad “que encuentran en el grupo los elementos” de una “vida integral” y “perfecta”.
Trabajemos, pues, para que la semilla colectiva crezca, florezca y prospere. La sociedad en la que vivimos requiere de la colectividad espiritual y dejar a un lado el individualismo insaciable, no así las prerrogativas esenciales del hombre.
El autor es periodista y abogado/[email protected]
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