Parece que “la doctrina de los cínicos”, nacida en la antigua Grecia, con Antístenes a la cabeza, y su discípulo Diógenes de Sinope, ha calado en la cultura de muchos pueblos, y República Dominicana no escapa de este virus que afecta las relaciones sociales, las instituciones y la familia.
El cinismo es definido como falta de vergüenza que presenta el individuo al mentir sobre algo, o bien el descaro que dispone al asumirse como defensor a ultranza de acciones y comportamientos que son absolutamente condenables y despreciables.
El cinismo es una enfermedad espiritual, y ante verdades irrefutables se defiende con descaro. Hoy por hoy el cinismo ha invadido prácticamente todos los espacios humanos. En el mundo de la política, encontramos a muchos hombres y mujeres dedicado al quehacer político, que prometen soluciones a males sociales, y luego no le cumplen al pueblo que con su voto le permitió dirigir los destinos de la Patria.
Vienen luego los discursos para justificar su incumplimiento. República Dominicana debió avanzar en materia social y económica. Los habitantes merecen mejor atención médica, leyes que amparen a los que padecen de una enfermedad catastrófica, seguridad ciudadana, educación de calidad, y sobre todo, que el funcionario no se aproveche de los recursos del Estado, pues la corrupción roba los sueños y las esperanzas del pueblo.
Ser cínico es obrar con irresponsabilidad, pues no tiene escrúpulo para prometer algo que no tiene intención de cumplir; y aunque el afectado es corregido por sus superiores, actúa con desfachatez, porque ante la corrección fraterna no se siente arrepentido cuando se le increpa por quedar mal ante la responsabilidad asumida; muestra una insensibilidad espantosa, porque no siente la mas mínima vergüenza cuando es confrontado por su dañino comportamiento displicente e indolente.
Remito en este escrito la leyenda de Diógenes y Alejandro:
Tras conquistar Atenas, Alejandro Magno quiso ir a visitar a Diógenes, filósofo estoico que vivía en un barril, sin más posesiones. Diógenes con su estilo rebelde cuestionaba y dudaba abiertamente de la autoridad, ofreciendo argumentos filosóficos para cambiar la corrupta sociedad en la que vivía.
Al encontrarse Alejandro con Diógenes, le preguntó que porque le llamaban Diógenes, el perro, y respondió: Porque halago a los que dan, ladro a los que no dan y muerdo a los malos. Ante acuciantes palabras, le ofreció toda clase de bienes materiales, desde mujeres a oro, a razón de la admiración que le procesaba, a lo cual Diógenes, tumbado desde dentro de su barril, le dijo: -“oh gran Alejandro, sólo una cosa te pido”-, a lo cual Alejandro preguntó:-” ¿Cuál?- y Diógenes le contestó: -“lo que quieres es que te apartes porque me estas tapando el Sol”.
He ahí la triste realidad, como los políticos nuestros en vez de enseñar a pescar, dan el pescado, dádivas cada cuatro años, es un modo de sobornar al pueblo, fomentan con ello el clientelismo político.
Por otro lado el cinismo es como un humo negro que se desplaza como el viento, y penetra en nuestros hogares. Es una actitud cínica que la esposa tenga pruebas fehacientes e irrefutables de que su marido le es infiel, y éste se niegue con impudicia. O que no coopera para que la relación conyugal mejore, y no lo admita.
Nunca, bajo ninguna circunstancias defendamos la mentira y la hipocresía del que sufre esta perturbadora patología del cinismo. Individuos y pueblos han sido víctimas de estos oportunistas que jamás admiten sus hechos detestables.
El que adopta como un estilo de vida una actitud permanente de cinismo, necesita ponerse la careta de la hipocresía, del allantoso, pero al final termina su vida en solitario. Cultivemos la virtud de la sinceridad y de la lealtad con todos aquellos que Dios nos ha puesto en el camino.
Por Felipe de Js. Colón
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