SANTIAGO.-Carlos Baret está consciente del privilegio que tiene de hacer arte y de llevar un canto de aliento y esperanza, a través de sus trabajos. A ello suma la inusual condición de poseer un agudo sentido crítico, una postura muy centrada y acertada del momento en el que vive; de su rol como artista emisor de un mensaje y como ente alquimista de ese entorno del que, a su vez, es reflejo. Fue en aquella temprana edad cuando su hermano Fermín Baret le descubrió inquieto detrás de los colores.
Le llevó de la mano donde el profesor Anderson Albano, cuando apenas tenía 10 años de edad y ya para los doce años, el muchacho exponía sus bodegones. Carlos ingresó a la edad de 14 años a la Escuela de Bellas Artes de Santiago, ya a los 18 rompe con su estilo logrado hasta aquel momento y se inclina por el arte moderno, lo cual pone de manifiesto con su muestra «Escotoma». Es ahí cuando termina el arte complaciente y surge la expresión pura del artista. Conversar con Carlos Baret da cuenta de su madurez artística.
El entiende que el medio moldea al artista y que el artista de hoy debe ser un poco sociólogo. Està distendido, a gusto. Habla de Neruda y reflexiona, dice que el artista es un reflejo del razonamiento, del comportamiento de la gente del pueblo.
«El artista sin pueblo no es artista», dice mientras deja entrever lo mucho que lee de filosofía, historia del arte, metafísica e historia. Expresivo, nada aislado o alejado, Carlos sonríe y se expresa con pasión por el arte y el mundo que le rodea y le moldea. «Tu teoria es la que vale, saber dónde estás, hacia dónde te diriges, hacia dónde te lleva la brújula.», dice.
Para este dinámico artista la musa no existe. «Yo busco y encuentro», el arte es disciplina, la obra sale del pueblo, de lo que ves, es el pueblo el que conceptualiza al artista de compromiso, el que se respeta.» Muestra lo importante que es para él la gente. Estoy ante un ejecutor, ante un artista que asume su condición real como sacerdocio, como oficio serio, alejado de la improvisación y del azar.
El toma el control y logra su objetivo. Participa activamente dentro de la sociedad que le ha producido como artista con voz propia y talento congénito. Lejos de un arte aislado, Baret y su obra están íntimamente ligados al receptor como ente actuante de esta comunicación y expresión básica del arte y su función.
Baret, abierto, conversador, de profunda intensidad y determinación, me sorprende con posturas como la que externa, sin ser un fanático religioso, cuando plantea que «se ha perdido la fe en Dios. Siento que en las postrimerías del Siglo XX se ha sentido de manera brutal.
La fe en Dios, el alejarte de la fe, te aleja de los valores.» Carlos sustenta su arte y su fuerza en la lectura, la investigación, las vivencias y la disciplina. Aunque es pintor nato, también ha incursionado con éxito en la escultura y en la modalidad de las instalaciones. Se formó en UTESA y se debate entre la arquitectura y la ingeniería civil, profesiòn que ejerce y comparte con su vocaciòn artìstica.
Lee a poetas contemporáneos de la República Dominicana, entre los que cuenta a Gerardo Mercedes, Iky Tejada y Elsa Báez, así como a Juan Bosch, Diógenes Céspedes y Virgilio Díaz Grullón. En su proceso creativo, la obra aparece primeramente en la mente, donde es concebida.
Es entonces cuando la plasma en el lienzo. Pinta bajo la intensidad de la luz, ante la que suda profusamente y escucha rock, es esa combinación explosiva lo que da como resultado sus intensos trazos y sus cuestionamientos y firmes posturas.
Estamos ante obras de buen fundamento, de intensa fuerza, que reflejan valores, coherencia, madurez y disciplina.
Carlos, ante el lienzo, es un felino que descarga su energía intensa y sudorosa, apoyado en su fuerza profunda, vertida por los canales del rock que le inyecta esa corriente que emerge de la gente del pueblo; del chofer del carro público, de la mujer que trabaja. Es de ahí que se nutre él. Es alqumista.
Esa denuncia, esa vida cotidiana, sin hazañas, ni belleza él la transforma en mensaje positivo e invita a no desesperarse, invita a seguir sembrando los valores perdidos en la nación. Alejado de esas noticias que promueven lo negativo, Carlos, el artista alquimico, trae el mensaje de esperanza y nos dice que no es cierto que todo va mal.
Lejos de esa visión pesimista, Carlos apuesta a un renacer de esperanza y alegría, a través de su obra y de su expresión artística. Aspira a que la gente se llene de alegría y amor, a través de ese privilegio y esa capacidad que tiene de transformar y transmitir.
De llevar su canto esperanzador y hermoso, a través de sus colores y su trazo de intensa emoción.
«Creo pertinente preguntarnos en estos momentos de nuestra historia dónde hemos colocado el pensamiento humanístico, democrático y libertador de los grandes hombres y mujeres de la Independencia Nacional y las gestas y luchas libertarias que le han seguido en el devenir del tiempo. No podemos desconocer lo potente que puede ser su identidad nacional en la trasformación de esa realidad. La desesperanza es un mal que además puede hacernos perder de vista el comportamiento y el deber ético que tenemos de transformar los valores negativos y el deber ético que tenemos de transformar los valores negativos que nos asedian. En este juego, recordar los lineamientos de Duarte, el padre de la Patria será siempre un acierto y una apuesta por la esperanza y la resistencia.» Carlos Baret.
Por Luisa REBECCA
1 comentario
Dilia Fernández
11 mayo, 2017 at 12:56 amEs un excelente artista que demuestra la belleza del arte, guiado por su propia inspiración, es un orgullo dominicano.