¡Hola!
Gracias por escribirme.
En tiempos atrás, yo viví una situación que podría llamar similar a la tuya. Por circunstancias que yo mismo nunca comprendí, una persona muy cercana se distanció de mí. Mis esfuerzos en acercarme resultaron infructuosos, y yo sufría mucho.
En un retiro espiritual que el Señor me permitió hacer, el sacerdote director espiritual me aconsejó escribirle una carta en la que le expresara mis sentimientos. Una vez hecho esto, yo debía dejar el caso en las manos de Dios, y seguir viviendo en paz y tranquilo con mi conciencia.
Así lo hice. La carta no produjo efecto inmediato. Con el tiempo, sin embargo, un buen día esa queridísima persona se acercó a mi y desde entonces, sin averiguar ni esto ni lo otro, hemos ido forjando una hermosísima relación que nos ha permitido dejar atrás los momentos desagradables del pasado.
Y así con todo en la vida. Bien dice Santa Teresa que “nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta.”
Quiero compartir contigo algunos pensamientos que me han pasado por delante en estos días, y al verlos, he pensado en tu e-mail, y por eso te los incluyo ahora, para que les dediques un momento de meditación. Quizás te ayude, aunque la principal ayuda viene de Dios cuando le oramos de corazón, como niños.
Decía San Josémaría Escrivá, autor del librito “Camino”: “Conforme: aquella persona ha sido mala contigo. —Pero, ¿no has sido tú peor con Dios?”
De algún otro autor leí lo siguiente:
“Deja de luchar contra lo que es y empieza a vivir lo que podría llegar a ser. No hay manera de modificar lo que ya ha sucedido. En lugar de seguir luchando contra eso, descubre la manera de aprovecharlo. Estar donde estás y tener lo que tienes en tu haber es todo lo que necesitas para encaminarte hacia tus sueños.
Tienes a tu alcance más posibilidades de las que podrías imaginar. Así que desafíate a ti mismo a hacer el esfuerzo de imaginar lo mejor de lo mejor. Ve y vive esas posibilidades a pleno. Ve y concreta todas y cada una de las más profundas e intensas ideas con las que has sido bendecido.
No hay razones que justifiquen que te quedes paralizado por lo que pueda haber sucedido en el pasado. Toda circunstancia que tenga la fuerza suficiente como para detenerte, tiene a la vez la energía necesaria como para empujarte hacia adelante. Opta por seguir avanzando. Opta por aprovechar el increíble y maravilloso regalo de la vida con el que has sido tan ricamente dotado.
Deja de lado tus quejas y desilusiones, mientras subes y avanzas en dirección a lo mejor de todo lo que podrías llegar a imaginar.”
Y también esto otro:
“Dios, Señor y Padre nuestro, no consentiría dolores en sus hijos, si no fuera por unos bienes mayores. ¡No queramos negar en ningún caso la sabiduría y el amor de nuestro Dios! ¡Auméntanos la fe, la esperanza, la caridad hacia Ti! ¡Que sepamos ver rosas, a través de las lágrimas por el dolor de las espinas!, le pedimos. Nuestra espera confiada no será excesiva en el sufrimiento, que bien sabe Nuestro Padre lo que podemos y hasta cuándo podemos. Además, nos anima la certeza de un gozo imperecedero con Dios para siempre.”
Te sugiero escribir esa carta, como la que yo envié en su momento, y a seguir viviendo en la placidez del Señor, sin guardar rencores, sino por lo contrario, orar mucho, para que el buen Dios aplaque su corazón.
Dios hará lo demás.
Bendiciones y paz.
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