La Fiesta de Pentecostés, es una festividad universal de la Iglesia, mediante la cual se conmemora el descendimiento del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, cincuenta días después Resurrección de Cristo.
El libro de los Hechos de los Apóstoles, en el capítulo 2, del 1-11, nos narra este significativo episodio donde el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego se posó sobre todos los que estaban allí reunidos. Dos hechos sorprenden a los Apóstoles. La primera sorpresa del grupo es que todos empiezan hablar en idiomas diferentes, y la segunda, cada uno habla de las maravillas de Dios, es decir, como Dios obraba en ellos, y todos se llenaron del Espíritu Santo.
Una experiencia similar hace falta pedir al Dios todo poderoso ante tantos hechos que preocupan y avergüenzan. Necesitamos un renovado Pentecostés, si queremos ver otro tipo de sociedad.
Nos preguntamos ¿Por qué continuamos quejándonos de los mismos temas? Y yo respondo: ha faltado voluntad política, pues nuestros políticos han apostado a una continuidad del partido en el poder, y enriquecerse del erario público. Esto conlleva a no crear leyes que frenen la corrupción y la impunidad. Han apostado a una manipulación de los poderes del Estado.
Por un lado, el Poder Ejecutivo, no le ha interesado renovar sus organismos de servicios. Tenemos ministerios que perdieron su razón de ser.
Todo esto genera dispendio de dinero. Y por otro lado, tenemos un Poder Legislativo, con una curul de 190 Diputados y 32 Senadores. Para un país pequeño y endeudado hasta el cuello, no hace falta una Cámara de Senadores, y el número de diputados debería de ser menos.
Un Poder Judicial, donde algunos jueces, por dinero, se venden al mejor postor. Un Ministerio Público, que introduce mal los procesos judiciales, y por el camino se caen los casos, por supuestas faltas de pruebas.
Algunos dicen que el Tribunal Constitucional, es un laberinto de procedimientos eternos, que no da solución al problema de desacatos por cuanto no establece sanciones. Una ley aplicada tardíamente, es una injusticia.
Las alcaldías, aunque quisieran invertir en sus munícipes, se ven limitados por que el dinero que le llega, no les alcanza. De un 10% que establece la ley llega entre el 3% y 4%. No creen ustedes mis amables lectores que reviste carácter de urgencia, un renovado pentecostés, si queremos una sociedad más justa, ética y equilibrada.
¿Y qué decir de la atención sanitaria? Nuestros hospitales no tienen ni suero, ni jeringas, ni antibióticos para los pacientes. Quien llega a un centro hospitalario tiene ir a una farmacia a comprar los medicamentos que le indique el médico, para luego ser aplicados. Es un desacierto, y una carencia de sensibilidad social que no soporta justificación alguna.
La Ley de Partidos, ahora estacionada en la Cámara de Diputados. Ojalá que dicha ley no contenga capítulos viciados Abogamos por unas primarias cerradas y simultáneas. ¡Avancemos, pueblo dominicano! Despojémonos del egoísmo, de la ambición de poder, de la máscara de la hipocresía, de la avaricia, de la soberbia y prepotencia. Pensemos en el legado que le dejaremos a las nuevas generaciones.
Concluyo recordando, lo que expresó en una ocasión, el papa emérito Benedicto XVI: “El Espíritu Santo nos hace hijos e hijas de Dios. Nos compromete en la misma responsabilidad de Dios con respecto a su mundo, a la humanidad entera. Nos enseña a mirar al mundo, a los demás y a nosotros mismos con los ojos de Dios.
El autor es, Juez del Tribunal Eclesiástico
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