A ellos, mis primeros maestros, verdaderos héroes sin nombre, siempre los recuerdo con el respeto y el cariño que siempre les tuve y merecen. Ellos, mis primeros maestros, ejercieron su labor en medio de las más increíbles precariedades; pero aun así, formaban y enseñaban. Ellos, mis primeros maestros, carecían de títulos de licenciado y maestría en educación; pero, a pesar de eso, formaban y enseñaban.
Ellos, mis primeros maestros, algunos apenas ni siquiera el título de Bachiller poseían, y, muy pocos poseían títulos pedagógicos de Profesorado (universitario) y de Maestro Normal (primario); pero, a pesar de eso, formaban y enseñaban.
Ellos, mis primeros maestros, no podían ni necesitaban, para demostrar sus saberes, firmar sus documentos personales con las muy “exhibidas“siglas de Lic. Y M.A.; pues esos saberes se ponían de manifiesto en sus prácticas pedagógicas, vale decir, formaban y enseñaban. Y enseñaban, como bien lo recomendó la eximia poetisa, Maestra y Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral,”con la actitud, el gesto, la palabra“ Ellos, mis primeros maestros, devengaban sueldos de miseria e ignoraban por completo eso que hoy se llama Seguridad Social; pero, a pesar de eso, muy rara vez incumplían con sus responsabilidades. Muy rara vez, por ejemplo, faltaban o llegaban tarde a su trabajo. Independientemente de sus condiciones materiales de existencia, formaban y enseñaban.
Ellos, mis primeros maestros, inspiraban respeto, sabían darse a respetar y lograr la disciplina en el aula, hoy casi en vía de extinción, sin humillar, vejar, maltratar o “envenenar el alma” de los alumnos. Ellos, mis primeros maestros, supieron impartir docencia en estrechos y calurosos espacios, a generaciones de estudiantes cuya matrícula, en ocasiones, superaba considerablemente el número de asientos; pero, a pesar de eso, formaban y enseñaban.
Y ellos, mis primeros maestros, formaban y enseñaban, sencillamente, porque eran verdaderos MAESTROS. La mayoría de ellos aún yacen gravados con imborrables letras en el nicho de mis recuerdos entrañables: Noel Ramón Peralta (Moncha), maestro de mis primeros años del nivel primario; Leonardo Estrella (Prof. de sexto curso, Esc. Primaria e Intermedia “Juan Pablo Duarte”, San Víctor, Moca).
En este mismo centro ( séptimo y octavo), recuerdo también con afectos inigualables, los nombres de Rodolfo Rodríguez ( Prof. de Inglés y Geografía), doña Milagros Luna, esposa del anterior (Prof. De Ciencias Naturales), Luis Jiménez (Prof. de Español) y Pedro Maximino Reyes (Prof. de Matemáticas), todos capitaneados por su dinámico director, profesor Joaquín Medina, un ser a quien los estudiantes, mucho respetábamos y apreciábamos debido a su forma prudente, profesional , humana y respetuosa de comportarse.
De esos, mis primeros maestros, unos ya fallecieron, mientras que otros, agraciadamente, todavía respiran, pletóricos de vitalidad.
A cada uno de ellos, con motivo de haberse celebrado el pasado domingo el “Día del Maestro“, yo debo decirle con las palabras de otro gran Maestro, Pedro Mir:
« Maestro: Jardinera de cátedras, tu mano se ha Alargado de adioses infinitos. Más, no importa. Tu mano sembradora Eternamente enflorará el cultivo. Siempre tu voz palpitará en el aula Como un millón de corazones vivos. Siempre tu voz acoplará el recuerdo Con la emoción de desflorar un libro. Y habrá un intenso voltear de angustia En el salón de tu recuerdo vivo… »
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