Mayo, es el mes donde los hijos de la Virgen María, le llevamos diariamente hermosas flores a la madre de Jesús. ¿Alguien tiene alguna duda de lo que la Madre de Nazaret ha hecho por la humanidad?
Recordamos que ella fue la elegida de Dios entre todas las mujeres. Que dejó a un lado su proyecto de desposarse con José para ser la madre del Salvador. La que vivió semanas de preocupación ante el distanciamiento y frialdad de José al enterarse del embarazo de su prometida. La que huyó a Egipto buscando proteger al niño. La que estuvo atenta en las bodas de Caná y por eso cuando el vino escaseaba, de repente, por su mediación, su Hijo convirtió el agua depositadas en seis tinajas en vino, y la fiesta pudo continuar sin mayores inconvenientes.
Una mujer de un pueblo pequeño, Nazaret, mostró una fe grande. Ella viene de un pueblo árido, pero pudo ser fecunda con la gracia de Dios.
¿De dónde viene la tradición de llevar flores a María?
En mayo siempre ha estado consagrado a los festejos de la diosa de las flores, la vegetación y la fertilidad.
Dice un refrán: “marzo ventoso, abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso”. Mayo se ha caracterizado por ser el mes de las flores, de los perfumes florales. El mes de mayo es el símbolo de la pureza y del florecimiento, el cual viene existiendo desde tiempos inmemoriales.
Los romanos celebraban las Floralias. Había la costumbre de escoger a una joven como reina de la primavera. Además existían juntas poéticas. El intento de superar y cristianizar un mundo pagano, probablemente esta a la base de dedicar el mes de mayo a María, aunque no haya una razón litúrgica para ello. En occidente, el mes de mayo, se ha impuesto como el mes de María sin una referencia litúrgica.
En Roma, por ejemplo, San Felipe Neri, enseñaba a los jóvenes a hacer obsequios a la Virgen. Adornar con flores su imagen, rezar, recitar poesías.
Si el mes de mayo es tiempo de fertilidad, María es modelo de mujer fértil, por ser la madre de Cristo.
Una vida infértil, es una vida de mediocres. Quien ama a la Virgen María, nunca queda defraudado. Mostremos nuestro cariño sincero durante este mes de mayo, a la madre de Jesús. Imitemos sus virtudes: fe, fidelidad, y obediencia.
Llevemos a los pies de María, un ramillete de rosas, de claveles. Hay un estribillo de uno de los cantos marianos que reza así: “Venid y vamos todos, con flores a porfía, con flores a María, que madre nuestra es”. Cantemos con el corazón en la mano. No lo olvidemos: “Un siervo de María nunca perecerá”.
El autor es, Juez del Tribunal Eclesiástico.
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