Estamos en campaña electoral. El 15 de mayo, pasado mañana, día de las elecciones, se acerca, y en la medida en que esto ocurre, las emociones parecen desbordarse y los ánimos caldearse. Es entonces cuando entran en juego las ofensas, las injurias, el irrespeto y la campaña sucia.
Es entonces cuando olvidamos que así como en la publicidad comercial se destacan las las cualidades de un producto sin emitir juicios negativos contra el producto de la competencia, también podemos promover el candidato de nuestra simpatía sin denigrar, difamar o manchar la imagen personal del candidato contrario.
Es entonces cuando olvidamos que nuestros parientes, después del 15 de mayo, continuarán siendo nuestros parientes; que nuestros vecinos continuarán siendo nuestros vecinos, y nuestros amigos serán los mismos amigos; aunque simpaticen por un partido diferente al nuestro. Cada quien debe luchar para que su candidato gane las elecciones. Cada quien debe proyectar las luces de su candidato. Cada quien debe defender a su líder y a su partido; pero sin herir o producir grietas en las relaciones interpersonales.
El debate político y la confrontación de las ideas se pueden llevar acabo de manera firme; pero con altura y nivel profesional o sin violentar en ningún momento la línea de respeto que debe existir entre seres que se suponen civilizados. El debate político debe desarrollarse sin fanatismo, sin pasiones desbordadas u obedeciendo siempre a los mandatos del cerebro y no los irracionales lineamientos del corazón.
En fin, en esta contienda electoral que ya casi culmina, nunca debemos olvidar que: La campaña pasa y los amigos y nuestros familiares quedan.
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