Nadie pone en duda que descuidar la familia como institución sagrada, es caer en un abismo sin final. De ahí que el papa Francisco, a través del video elaborado por la Red Mundial de Oración, ha pedido a los cristianos, que durante el mes de agosto, oremos por la familia. Ha recordado algunos aspectos que son fundamentales y que dan vida a esa célula social que constituye la familia, Iglesia doméstica y santuario de vida.
Los sociólogos sostienen, que la sociedad es un espejo genuino de cómo marcha la familia. Hay luces que nos llenan de esperanza y de alegría, pero no menos ciertos es, que hay sombras que empañan el futuro, y que nos dejan desconcertados.
El papa Francisco nos pregunta: “¿Qué mundo queremos dejar para el futuro?” Y el papa responde. “Dejemos un mundo con familias”. La figura paterna y materna es clave para el desarrollo emocional del niño. Del matrimonio nace la familia, y la familia ha de convertirse en un verdadero hogar, donde se cultive una vida de oración y una vida de amor. La oración nos vincula cada día a Dios, y los frutos de un amor auténtico son: la bondad que impide la agresión verbal, y las malas respuestas; la cooperación que evita el egoísmo, el pensar sólo en nosotros mismos; el compartir para no vivir una vida aislada; dialogar en familia, dejando a un lado el uso de las redes sociales. El uso del teléfono móvil tiene su momento. Hoy todos estamos tentados a un continuo diálogo virtual, sustituyendo el diálogo físico. La cercanía es necesaria para crecer en confianza y la capacidad de escucha. Celebremos en familia con sencillez la fiesta de cumpleaños. Juntarse con motivo de la graduación escolar o universitaria, o hagamos el esfuerzo de estar muy de cerca cuando una enfermedad inesperada tiene encamado a un miembro de la familia.
Uno de los roles del Estado, es lograr políticas que fortalezcan los lazos familiares. El obispo de Roma, afirma que las familias son verdaderas escuelas del mañana, son espacios de libertad, y son centros de humanidad.
Las guerras verbales, los puñetazos innecesarios, la envidia, que produce tristeza, por el éxito ajeno, son el reflejo de una falta de amor. El otro es diferente de mí, y merece respeto por ser persona humana, criatura de Dios.
Convendría que las familias se sienten a dialogar y evaluar a la luz de la fe, como marcha la vida familiar. ¿Están sacando tiempo para la oración personal y comunitaria? ¿Salvan al menos una comida juntos al día? ¿Asisten a misa todos juntos?
Creo firmemente en la familia, y me uno fervorosamente en oración perseverante, al papa Francisco. Urge que las familias, sean hogares de verdaderos laboratorios de humanización. Que así sea. ¡Amén!
El autor es, Juez del Tribunal Eclesiástico.
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