Había una vez una joven que tenía cuatro novios. Al cuarto lo amaba muchísimo: le regalaba elegantes trajes, le servía deliciosas comidas
Al tercero también lo amaba mucho. Iban de paseo a los mejores resorts, pero temía que algún día la abandonara.
El segundo era su confidente. Confiaba en él. La ayudaba a salir de las dificultades.
El primer novio era muy leal. Hacía grandes esfuerzos por ayudarla. Ella apenas le hacía caso, a pesar de que él la amaba profundamente. U
Un día cayó enferma. Le quedaba poco tiempo. Pensó en su vida de lujos y que al morir estaría sola.
Entonces dijo al cuarto: “Te he amado mucho y cuidado grandemente. Estoy muriendo. ¿Te irías conmigo?”.
“¡Ni soñarlo!”—y se alejó rápidamente. Ella sintió un cuchillo en su corazón.
Preguntó al tercero: “Te he amado toda mi vida. Estoy muriendo. ¿Te irías conmigo?” “
¡No! La vida es demasiado buena. Cuando mueras, me iré con otra”. Ella quedó devastada.
Al segundo le dijo: “Siempre me has apoyado. Cuando muera, ¿me acompañarás?”
“Lo lamento. Tan sólo hasta la tumba.” Fue como si le cayera un rayo. Entonces oyó una voz que le decía: “Yo iré contigo. Te seguiré donde vayas.” Vio que era su primer novio, bien delgado porque sufría de malnutrición y descuido.
Sorprendida, le contestó: “¡Debí haberte cuidado mucho mejor cuando podía!” .Y es que todos tenemos cuatro novios, o cuatro novias, según sea el caso.
El cuarto es tu cuerpo. Por más que lo cuides, te dejará cuando mueras.
El tercero son tus bienes. Al morir pasarán a otros.
El segundo son la familia y los amigos. Por mucho que les hayas dado, te acompañarán solamente hasta la tumba.
El primero, el alma. Siempre maltrecha por tú perseguir riquezas, poder y placeres.
Es lo único que tendrás donde vayas. Cultívala, fortalécela, dale cariño. Será la única que te seguirá hasta el trono de Dios y continuará contigo por toda la eternidad. Ser feliz no significa que todo está perfecto, sino que tú has decidido ver más allá de las imperfecciones.
“Hoy puedo quejarme porque el día está lluvioso, o puedo dar gracias a Dios porque las plantas están siendo regadas por el agua.
Hoy puedo quejarme de mi salud, o puedo regocijarme que estoy vivo.
Hoy puedo lamentarme de todo lo que mis padres no me dieron mientras crecía, o puedo sentirme agradecido que me permitieran nacer.
Hoy puedo llorar porque las rosas tienen espinas, o puedo celebrar que las espinas tienen rosas.
Hoy puedo auto compadecerme por no tener muchos amigos, o puedo emocionarme y embarcarme en la aventura de descubrir nuevas relaciones.
Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a trabajar, o puedo gritar de alegría porque tengo trabajo.
Hoy puedo quejarme porque tengo que ir a la escuela, o puedo abrir mi mente y llenarla con nuevos conocimientos.
Hoy puedo murmurar amargamente porque tengo que hacer los quehaceres domésticos, o puedo sentirme contento porque tengo un techo.”
Vive tu vida con los pies puestos en la tierra pero con los ojos y el corazón bien puestos en el cielo. Cuando el mundo te obliga a arrodillarte, es cuando estás en la posición perfecta para orar. Y di con el Apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Y así permanecerás confiado y en paz. Bendiciones y paz.
Este cuento aparece publicado en la página 163 de mi libro “¡Descúbrete! Historias y cuentos para ser feliz”. Disponible en Librería Cuesta y La Sirena.
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