Por presión social, especialmente del movimiento feminista español, la Real Academia Española (RAE) decidió modificar el quinto significado del adjetivo «fácil», el cual aludía a la mujer, y se definía como « Dicho especialmente de una mujer: Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales»
A partir del pasado 8 de marzo, en la definición, el adjetivo «fácil» se cambió el sustantivo «mujer» por el de «persona» para que ahora diga: « Dicho de una persona: Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales» Al decir persona, esta vez, quedan incluidos en el ámbito del concepto tanto mujeres como hombres.
¿A qué de se debió la molestia y polémica generadas por la original definición?
Sencillamente a que fue considerada altamente machista, despectiva, excluyente y discriminatoria en perjuicio de la mujer, toda vez que el susodicho adjetivo, con la connotación que se describe, no se empleaba para referirse al hombre que igualmente, sin ningún problema, se presta a sostener relaciones sexuales.
Sin embargo, valdría preguntarse: en la práctica cotidiana de la lengua, ¿es común que se le llame «fácil» al hombre sexualmente activo o que no desperdicia oportunidad cuando de mantener relaciones sexuales se trata?
Obviamente que la respuesta inmediata sería NO. Quiere decir esto, que los hablantes solo utilizan la preindicada calificación cuando se refieren a la mujer, y no a todas las mujeres, sino solo al tipo que se describe en la acepción, esto es, a las que se prestan « sin problemas a mantener relaciones sexuales»
Del párrafo anterior se infiere que si en el mundo hispanohablante, el hombre, por su activa conducta sexual, nunca ha sido llamado «fácil» por los usuarios de la legua, resulta inconcebible que aparezca incluido con esta acepción en el diccionario de la RAE, por cuanto en este texto, el lexicógrafo lo que hace es registrar las voces o expresiones que usan o han usado los hablantes, así como las acepciones que a esas voces estos les confieren en el uso cotidiano de la lengua. Inconcebible resulta, toda vez que el diccionario no puede registrar el léxico ni las acepciones que en el uso de la lengua carecen de realización.
Esa es la labor y obligación del equipo lexicográfico de la RAE cada vez que confecciona o actualiza un diccionario: describir la realidad léxica o dialectal tal como esta se manifiesta en la práctica lingüística. Significa esto que la RAE, como erróneamente piensan muchos, no inventa términos ni muchos menos significados o valores semánticos. No decreta, establece o impone cuáles vocablos deben emplear los hablantes. Esas voces y esos valores significativos, previa comprobación de que su uso es general en una determinada comunidad lingüística, son recogidos mediante un cuidadoso proceso de investigación e insertados fielmente en cada una de las actualizaciones de su muy consultado lexicón.
Pensar entonces que la Real Academia Española quiso decirle «fácil» no solo a la « mujer que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales», sino también a todas las mujeres, es poseer una visón lingüística bastante estrecha o limitada acerca de las técnicas y los principios teóricos que se aplican en la elaboración o confección de un diccionario.
Sería lo mismo que si todos los hombres españoles e hispanoamericanos pensaran que la RAE los califica de antihigiénicos por el hecho de que en la tercera acepción del término «Cochino», el diccionario define este término como «Hombre muy sucio y desaseado»
¿Tendrán entonces todos esos hombres que «pegar el grito al cielo», como siempre lo han hecho las aguerridas feministas, para que la docta corporación lingüística, cambie la palabra «hombre »por «persona»?
La Lingüística es una ciencia. En tal virtud, los asuntos lingüísticos conviene siempre tratarlos con el cerebro, no con el corazón.
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