Las noticias falsas o “Fake news”, es el nuevo fenómeno negativo que se registra en los medios de comunicación social. El Papa Francisco preocupado por la alteración de la verdad, nos ha dirigido un mensaje, con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones, a todos los que nos dedicamos a informar o hacer reflexión a través de los medios audiovisuales o escrito de los hechos que acontecen en nuestro diario vivir.
Les ofrezco a mis amables lectores un resumen e invitándoles a una oportuna reflexión.
Alguien ha definido la noticia como la información sobre un hecho o conjunto de hechos que, dentro de la comunidad, sociedad o ámbito específico, resulta relevante, novedosa o inusual. Lo acontecido se considera importante o pertinente divulgar para el conocimiento del público.
Según el papa Francisco, urge redescubrir el valor de la profesión periodística y la responsabilidad personal de cada uno en la comunicación de la verdad.
El objetivo de las noticias falsas es que, engañando al lector con una sutil manipulación, pretenden influenciar sobre decisiones políticas y con ello obtener ganancias económicas. Para parecer como creíble, se apoya en emociones fáciles de suscitar, como el ansia, el desprecio, la rabia y la frustración. Las motivaciones económicas y oportunistas de la desinformación tienen su raíz en la sed de poder, de tener, y de gozar que en último término nos hacen víctima de un engaño.
Es una verdadera pena cuando el orgullo egoísta se apodera de la persona o del medio que lo sustenta y es que, los desmentidos oficiales difícilmente consiguen contener los daños que producen.
Para reconocer donde esta la falsa o desinformación de la noticia, hay que aprender a leer la y valorar el contexto comunicativo. Una noticia ha de ser veraz, objetiva y clara. El destinatario de la noticia, jamás debe ser engañado.
La continua contaminación a través de un lenguaje engañoso termina por ofuscar la interioridad de la persona. Dostoyevski escribió al respecto: “Quien se miente así mismo y escucha sus propias mentiras, llega al punto de no poder distinguir la verdad, ni dentro de sí mismo ni en torno a sí, y de este modo comienza a perder el respeto a sí mismo y a los demás”. Como consecuencia de su comportamiento, y al dejar de amar, se entrega a las pasiones y a los placeres más bajos.
El Santo Padre, nos dice que el antídoto más eficaz contra el virus de la falsedad es dejarse purificar por la verdad.
Dicha verdad tiene que ver con la vida entera. La verdad es aquello sobre lo que uno se apoya para no caer. Para el cristiano lo verdadero es el Dios vivo. “Yo soy la verdad (Jn 14,6). “La falsedad esclaviza, y la verdad nos hará libre” (Cf Jn 8,32).
Para distinguir la verdad es preciso distinguir lo que favorece la comunión y promueve el bien, y lo que, por el contrario, tiende aislar, dividir y contraponer.
Una argumentación implacable puede apoyarse sobre los hechos innegables, pero si se utiliza para herir a otro y desacreditarlo a los ojos de los demás, por más que parezca justa, no contiene en sí la verdad. Por los frutos podemos distinguir la verdad de los enunciados: si suscita polémica, fomentan divisiones, infunden resignación; o si, por el contrario, llevan a la reflexión consciente y madura, al diálogo constructivo, a una laboriosidad provechosa.
Al final, el Romano Pontífice hace llamamiento a promover un periodismo de paz, y sin fingimientos, hostil a las falsedades. A un periodismo de servicio a todos, especialmente de los que no tienen voz. A un periodismo que se esfuerce en buscar las causas reales de los conflictos. Ciertamente, la paz es la verdadera noticia. Pidamos al Señor, que nos haga instrumentos de su paz.
El autor es juez del Tribunal Eclesiástico
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